jueves, 22 de julio de 2010

"De eso hacía ya mucho tiempo y hasta nos habíamos acostumbrado a verla allí sentada, con la trenza siempre a medio tejer, como si se hubiera disuelto en su soledad y hubiera perdido, aunque se le estuviera viendo, la facultad natural de estar presente. Por eso ahora sabíamos que no volvería a sonreír; Porque lo había dicho en la misma forma convencida y segura en que una vez nos dijo que no volveria a caminar. Era como si tuvieramos la certidumbre de que más tarde nos diría: : "No volveré a ver" o quizá: "No volveré a oír", y supiéramos que era lo suficientemente humana para ir eliminando a voluntad sus funciones vitales, y que, espontáneamente, se iría acabando sentido a sentido, hasta el día que la encontráramos recostada a la pared, como si se hubiera dormido por primera vez en su vida. Quizás faltaba mucho tiempo para eso, pero los tres, sentados en el patio, habríamos deseado aquella noche sentir su llanto afilado y repentino, de cristal roto, al menos para hacernos la ilusión de que habría nacido una niña dentro de la casa. Para creer que había nacido nueva."

Amargura para tres sonánbulos, García Márquez (1949)

No hay comentarios:

 
Free counter and web stats