sábado, 22 de junio de 2013


Me preguntáis cómo me volví loco. Así sucedió.
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras. Sí, las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado y que llevé en siete vidas distintas. Corrí sin máscaras por las calles atestadas de gente, gritando:
-¡Ladrones, ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí y, al verme, varias personas llenas de espanto corrieron a refugiarse en sus casas. Y, cuando llegué a la plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa me señaló gritando:
-¡Miren: es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién era y, por primera vez, el sol besó mi desnudo rostro y mi alma se inflamó de amor hacia su luz, y ya no quise tener más máscaras. Y, como si fuera presa de un trance, grité:
-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis siete máscaras!...
Así fue como me convertí en un loco. Y en mi locura he hallado la libertad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero una cosa os pido: No dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad, porque ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.

El Loco, Khalil Gibran
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La locura, mientras no se haga daño a nadie, no está tan mal.

En realidad nada está mal mientras no se haga daño a nadie

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Una de mis "colecciones" son fragmentos  donde se menciona la Locura.

Será una obsesión -una de ellas-.

Ahora mismo me estoy acordando de "Annie Hall" donde Alvy siempre regalaba libros en cuya portada aparecía la palabra "muerte"

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